lunes, 7 de marzo de 2011

Traiciones de toma pan y moja...

De las trabajadas. Esas cocinadas a fuego lento y que, por si te saben a poco, vienen acompañadas de lamentables mendruguitos de consolación, para rebañar un plato plato medio roto -a base de caídas deliberadas- y poder digerir tu propia tristeza. Hay de muchos tipos, yo hoy hablo de las de la amistad que antepone un 'prometo no hacerlo' hasta que los fogones caldean tanto el ambiente que no importa que tanto buen ingrediente arda en el infierno de las bajezas.
El menú, cómo no, consiste en picante, carne picada y salchicha, de beber uno de esos refrescos que dan alas. Lo malo es querer volar en una jaula y vivir en la fantasía de que todo es posible y nadie acaba herido.
A mí me la han cocinado, pero bien, y prefiero pedirme una infusión, calentita, calmante y en soledad. Hay quien ambiciona postres demasiado empalagosos, de esos que relucen por fuera y en la foto tanto que te hacen olvidar que existe un 'colesteror malo' y una suerte de kilos extra... Cargar con demasiado peso en la mochila nunca ha sido bueno... Yo sigo soltando lastre y me paso a la sacarina.
Dicen que la venganza se sirve en plato frío. Yo soy más de repostería en casa, probando recetas que otros puedan degustar, y no encuentro mejor palco en este teatro que una distancia semicercana al caso para ver cómo quien se lo guisa, acaba comiéndoselo... y a ver si por una de estas, le da algún retortijón...
Vuelvo a respirar hondo y a pensar si aplicarme algunos consejos recientes: Sé más egoista, siente más y piensa menos, disfruta de cada momento. Si todos siguiéramos esta política, acabarían amistades todos los días y rodarían cabezas, literalmente... yo hubiera hecho rodar varias en estos últimos años. Y varias veces. De hecho, varias veces también al día...
Pienso también en que podríamos todos hacer un pacto tácito y pasarnos de mano en mano el derecho a disfrutar de la libertad de hacer lo que nos venga en gana sin importar el cómo, el cuándo, el a quién y el dónde. Pero sé que es imposible, como el que deje de importarme la gente o el dolor que me causan.
Toca seguir renaciendo. Al fin y al cabo, sólo me consuela que lo conseguiré sin engañar a mi mente ni especializándome en taponar las grietas de un corazón insensible con balletas de emergencia. Retales de prendas q pasaron de moda y ya se usan para quitar alguna mancha, quizá del suelo, del retrete o la suela de un zapato.
Si mi coraón, por pura sinceridad, tiene que hacer eco, que lo haga. Y que en su recorrido aprenda a afinar la voz. Igual algún día se sorprende siendo escuchado. Si otros prefieren mentir sobre mentiras y perderse en el camino del engaño y con ello herir a seres buenos, es su historia.
Aprendo a cocinar para uno, sin arañar las tiras de carne que otros llaman alma. La de nadie.
Quizá sea este un geroglífico de palabras, que aburre -a mí también- y no se entiende. Bueno, al menos yo lo hago.

viernes, 4 de febrero de 2011

¿Por qué no yo? ¿Por qué no a mí?

Periodista y con el corazón partido. Así arranca mi blog, haciendo una simple descripción de una misma y asumiendo una realidad a gritos casi siempre callada al mundo. Soy una pequeña Carrie destrozada por un Mr. Big. Y lo es desde su sentido más literal, hasta el más figurado: un mister, un señor. Un big, un grande y mayor. Enorme en su manera de ser, de trabajar, de vivir, de congeniar con el mundo. Especialmente con el suyo, remotamente con el mío que, por paradógico que sea, sólo era él. Mi mundo era él.
Pero ya ha acabado 'porque yo me lo propuse y sufrí', porque ya no quedaba otra. Y ahora miro al mundo sola y partida. Recomponiendo mis añicos y tratando de vivir con la certeza de que el futuro que había escrito para mí no era bueno, no era el mío. Simplemente, no debía ser.
Así que, sí, los Mr. Big existen y lo que les hace brillantes y maravillosos son precisamente la infinidad de contrapuntos oscuros que les sustentan. Traté de amarlos todos, pero es imposible. Y hoy empiezo a delegar en mis instintos la escritura de mi futuro y siento vértigo. Mi vida es la única página en blanco que me da miedo.
Me pregunté muchas veces qué hacía mal, por qué no merecía yo que mi lucha funcionara, por qué no salía bien, por qué no a mí. Ahora sé que los señores grandes no se inventan ni alimentan de una. Y si una los hizo grandes es porque una tiene grandes cosas.
Hoy me he cansado de generosidad gratuita y he descubierto estar en deuda conmigo. Voy a empezar a pagarme y aunque parezca absurdo, empiezo a cobrar mis olvidos de mí con sesiones de autoestima: me deshago de toda mi celulitis vital. No quiero piel de naranja, quiero carne de gallina. No quiero un michelín, quiero mariposas en el estómago. No quiero más cera ni pinzas que me irriten la piel, quiero caricias reparadoras. Y a lo psicólogico mediante lo físico acompaña lo expresivo: Hoy empiezo mi blog.
Y me repito, sabiendo que los señores grandes, de grandes egos y amor propio, sí existen que los Mr. Big a esa antigua usanza (la de mi pasado más o menos reciente) dejarán de hacerlo.